Si alguien en la realeza obtuvo privilegios de la fallecida reina Isabel II fue Meghan Markle, quien antes de casarse con el príncipe Harry en noviembre de 2017, participó de eventos y hasta de las fiestas navideñas junto a la familia real, una tradición que rompió la abuela del príncipe Harry para brindarle a su nieto la oportunidad de celebrar la Navidad junto a su prometida.
A diferencia de Kate Middleton, la reina británica permitió que Meghan Markle asistiera a la tradicional cena navideña en Sandringham y al tradicional almuerzo de Navidad en Buckingham, sin aún haberse casado con el príncipe Harry.
Según el portal Panorama en esa oportunidad, la ex actriz de Suits no se sintió tan bienvenida como la monarca británica esperaba. El relato de lo que sucedió ese día lo hizo la propia Meghan en su serie de Netflix, Harry y Meghan.
Choque de culturas
Tras su llegada a la Familia Real británica, el choque de culturas fue fuerte para la ex actriz, quien incluso relató entre risas su encuentro con la reina Isabel II e hizo una reverencia exagerada para demostrar que no sabía cómo comportarse, pues toda la escena le parecía anticuada como en Medieval Times, un teatro-cena familiar.
Sin embargo, la reina Isabel III hizo a un lado el protocolo real para invitar a Meghan Markle a asistir al tradicional almuerzo navideño que se realiza antes de Navidad en el Palacio de Buckingham.
Este evento tiene el propósito de dar inicio a las fiestas navideñas y de despedirse del personal del palacio, pues como cada año, la Familia real británica pasa la Navidad en la lujosa finca de campo en Sandringham.
En 2017, la duquesa de Sussex asistió como una invitada especial al almuerzo en Buckingham y, aunque la reina Isabel II esperaba que la novia de Harry se sintiera bienvenida, un detalle pudo ver el inicio del desagrado que la ahora duquesa de Sussex siente por la familia de su esposo: el supuesto broche racista de la princesa de Kent.
El broche racista
El almuerzo de Navidad es un evento privado en el que no se permite la entrada a los fotógrafos, por lo que los invitados del monarca británico como pueden ser fotografiados en sus autos a su llegada. De esta manera, los paparazzi lograron captar a la princesa de Kent, esposa del primo de la reina Isabel II, luciendo una espectacular joya que se tomó como una ofensa racista en contra de la novia de Harry, quien tiene ascendencia afroamericana.
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Es una polémica pieza de joyería conocida como un broche Blackamoor. Estos polémicos broches son un género de figurillas, pequeñas esculturas o joyas que representan principalmente hombres, pero a veces mujeres, con piel negra, generalmente del siglo XVIII.
Según libro ‘Finding Freedom’, los periodistas Omid Scobie y Carolyn Durand, quienes escribieron el libro con la ayuda del entonces secretario de prensa de Meghan, destacaron: “En el fondo de la mente de Meghan, se preguntaba si no se estaba enviando un mensaje”.
En la moda real se piensa en cada detalle, por lo que consideraron que la decisión de la princesa de Kent de usar el broche habría sido “como mínimo” una “insensibilidad hacia las raíces afroamericanas de Meghan y el racismo que había enfrentado desde que se comenzó a salir con Harry”.
No es lo que pensaban
Alberto Nardi, perteneciente a la tercera generación de la familia propietaria de la joyería Nardi que fabrica dichas piezas, reveló que no se trata de un broche racista.
En entrevista para ABC, Alberto Nardi reveló que dichas joyas son un símbolo veneciano y que en Italia no tienen un significado racista.
El prestigioso joyero veneciano explicó que el ‘moretto’ evoca a los piratas sarracenos y los marineros que lucían un pendiente con la figura de un moro, que en ocasiones les permitía pagar su regreso en caso de naufragio.