La plataforma de Netflix lanzó hace dos meses una serie italiana que está logrando el interés de sus espectadores. Se trata de “Todos quieren salvarse”, una conmovedora propuesta que aborda los temas centrales de la vida.
La miniserie está basada en la novela homónima de Daniele Mencarelli (Tutto Chiede Salvezza, publicada en 2020), consta de siete episodios, titulados como cada día de la semana y tienen una duración de aproximadamente 45 minutos.
Dentro de la trama hay siete personajes tendidos en sus camas hospitalarias: Daniele, Mario, Gianluca, Madonnina, Giorgio, Alessandro y Nina, las conmovedoras criaturas de “Todos quieren salvarse”.
Miedo y resignación
La historia arranca un domingo, cuando Daniele (Federico Cesari) se despierta en condición de hospitalizado. No sabe cómo ni por qué llegó ahí.
No hay recuerdos, solo caras desconocidas, miradas perdidas, silencios que aturden, miedo, desesperación y resignación. Entra en escena un enfermero que intenta ubicarlo en tiempo y espacio y, luego, el guión, los médicos y sus propias condiciones psíquicas irán haciendo lo suyo con la intención de sanar lo propio. O, al menos, de reparar lo ajeno.
Porque ninguno está allí sin haber generado un efecto dominó de crisis a su alrededor. Ni en la pieza de los seis varones ni en la de las mujeres, en la que está Nina, un personaje que irá cobrando fuerza hacia el final de la historia.
“Tras despertar internado en un hospital psiquiátrico contra su voluntad, Daniele tiene que volver a aprender a vivir —y a amar— con la ayuda de sus compañeros pacientes”, narra la sinopsis de este drama, reseñó el portal Terra.
No se trata de depresiones
Según El Clarín, en ese ir y venir, los seis compañeros de sala van construyendo diferentes vínculos, “desde la baldosas de la desconfianza y el rechazo como arranque del camino, hasta llegar a la empatía, el cariño, la pena o la compasión, pero ya habiendo sabido llegar, en siete días, al lugar del otro”.
Todos quieren salvarse no se propone ser un ensayo sobre la depresión, la bipolaridad u otras patologías, “sino un registro de la vida desde la perspectiva de una cama a la que uno no sabe cómo llegó y, de a poco, se anima a dejarse ayudar para poder irse”.